Algunos consultantes que han venido a buscar ayuda, han estado algunas sesiones y luego han dejado de venir sin avisar ni responder a los mensajes. Otras veces alguna primera cita no ha aparecido. Os cuento esta experiencia personal como ejemplo de lo que os quiero transmitir.
Hoy me he encontrado con una de estas personas por la calle y no me ha mirado a la cara. Yo no he sentido en ese momento rencor (una emoción alimentada por pensamientos de enfado), y es que entiendo que siente vergüenza, comprendo que la forma de evitar esa vergüenza es girando la cara y también entiendo que en su vida ha aprendido a evitar esta vergüenza de forma generalizada y nunca ha aprendido a pasar por ella y decirle a un profesional que va a dejar de asistir a sus sesiones. Me estoy leyendo y parece que siento rabia, pero os prometo que para nada. Si nos vamos a la historia de esta persona encontraremos muchos ejemplos que fueron de menos a más en la que en vez de decir lo que pensaba a pesar de que el otro se pueda molestar, se quedaba callado, hasta llegar a día de hoy a evitar no decir nada por miedo a que alguien sienta la mínima molestia.
Estoy simplificando mucho, pero quería que vierais como comprender me ayuda a perdonar y sobre todo a perdonarme, porque no me voy pensando que hice un mal trabajo, que soy un mal psicólogo, etc, y porque no llego a casa enfadado pensando en “ay que ver lo que me ha hecho esta persona y encima ni me mira”.
Nadie se comporta como lo hace por la cara, todo está en nuestra historia. Hacer un esfuerzo por empatizar y tratar de entender al otro no es justificarlo, es liberarnos de emociones y pensamientos asfixiantes, es por nosotras y nosotros.
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